La doble amenaza de cuartelazo contra Madero

Adncoahuila


OPINIÓN | De la pluma de Juan Antonio García Villa

Hace dos semanas recordé aquí que se cumplieron 108 años del cuartelazo de Victoriano Huerta, que vino a terminar con el gobierno legítimo de Francisco I. Madero y luego con su vida, por el felón asesinato del cual fue víctima. Señalé que existen indicios y testimonios en el sentido de que el Chacal, Huerta, sólo se adelantó a Venustiano Carranza, a la sazón gobernador de Coahuila. Es decir, que éste estaba también preparando levantarse en armas contra Madero, sólo que aquél, según parece, dio primero el paso.



Posteriormente, la semana pasada, también aquí mismo, mencioné que a lo largo del año 1912 el presidente Madero y el gobernador Carranza sostuvieron agria y copiosa controversia epistolar, porque éste insistía en que el gobierno federal le pagara una tropa irregular bajo su mando directo, integrada por alrededor de mil elementos, porque alegaba no tener confianza en las fuerzas federales con asiento en el estado. No se necesita demasiada malicia para suponer que el viejo porfirista lo que en realidad pretendía era disponer de un cuerpo militar para los planes que estaba fraguando.
Antes, tiene sentido dar cuenta de algunos testimonios según los cuales la relación de ambos personajes –Madero y Carranza– era distante, por decir lo menos. Uno de esos testimonios es del Coronel Luis G. Garfias, quien tanto con Madero como con Carranza se desempeñó como jefe de Estado Mayor. En carta que el 9 de diciembre de 1933 dirigió Garfias al Gral. Francisco L. Urquizo, lagunero de San Pedro de las Colonias, carta que luego publicó en la edición de El Universal Ilustrado del 5 de abril de 1934, el primero comunicó al segundo que cuando la tarde del 28 de
diciembre de 1912 se fue a despedir del Presidente Madero (cincuenta y seis días antes de su asesinato) se permitió sugerirle nombrara a Carranza como secretario de Gobernación, en lugar de Rafael Hernández que podía quedar mejor como secretario de Fomento.
Según Garfias, Madero le contestó: “Pero hombre, coronel, ¿cómo se le ocurre a usted que nombre Ministro de Gobernación a don Venustiano, que es un viejo pachorrudo (textual) que le pide permiso a un pie para adelantar el otro? Usted, coronel, es de los enamorados de Carranza: ya se arrepentirá”.
Además, versiones de personajes de la época dan cuenta que cuando Carranza encabezó su revolución, los maderistas de cepa no tuvieron fácil acceso, simpatía ni preeminencia en el grupo carrancista. Esto explica que al presentarse la escisión villista, del lado de éste quedaron los partidarios y familiares de Madero. Más aún, al triunfo del carrancismo los maderistas que estaban en el exilio prefirieron continuar fuera del país. Por algo habrá sido.
Venustiano Carranza fue porfiriano del grupo reyista, el encabezado por el Gral. Bernardo Reyes, quien políticamente fue su protector. En las memorias de uno de sus hijos, el licenciado Rodolfo Reyes, se da cuenta de que Carranza y su padre continuaron manteniendo comunicación después del triunfo de Madero, si bien no conspiraron juntos en el levantamiento que Reyes encabezó con Félix Díaz, intentona en la que por cierto halló la muerte frente a Palacio Nacional. Sin embargo, con toda claridad, Rodolfo Reyes afirma en sus memorias: “según mi arraigada convicción –escribe– estaba (Carranza) a punto de levantarse en armas contra Madero cuando estalló nuestro movimiento” (“De mi vida”, tomo II, capítulo 19).
A fines de diciembre de 1912, siendo gobernador de Coahuila Venustiano Carranza, convocó a una misteriosa cacería en la sierra de Arteaga (en un paraje conocido como Ciénega del Toro, que en realidad ya corresponde al estado de Nuevo León), en las cercanías de Saltillo. Invitó a esa cacería al Dr. Rafael Cepeda, gobernador de San Luis Potosí, así como a los gobernadores de Aguascalientes, Alberto Fuentes D., Chihuahua y Sonora. Se tiene la certeza de la asistencia personal a la cacería del primero de los mencionados y sólo de representantes de los demás.
No se requiere ser muy perspicaz para suponer que tal “cacería” fue en realidad para ponerse de acuerdo en lo que estaban planeando.
Como la cacería, pues, fue sólo un pretexto, al término de ésta el gobernador ofreció a los participantes un banquete en el Hotel Universal, de Saltillo. En el brindis, Carranza pronunció un discurso de cuyo contenido hay diversos testimonios escritos, entre otros, del general Juan Barragán y de Ramón Fernández, y versiones informativas que recibieron de terceros que estuvieron presentes, por parte de los licenciados Miguel Alessio Robles y Rodolfo Reyes. Aunque curiosamente sobre este episodio el Gral. Alfredo Breceda, secretario de Carranza, guardó silencio sobre este episodio en su libro “México revolucionario”, publicado en Madrid en 1920.
Todo parece indicar que Carranza en ese brindis no habló de manera clara y directa sino cifrada. Pero al buen entendedor, pocas palabras. Sobre el punto Ramón Fernández dio su testimonio así: “Aún suenan en mi oído –escribió— las palabras que al tomar la última copa de champagne pronunciara Carranza: ‘Es necesario hacer a un lado a Madero, porque es un hombre inepto, débil y torpe para gobernar; es necesario sustituirlo por otro hombre inteligente, fuerte y apto para manejar las riendas del gobierno’”.
Por su parte el licenciado Rodolfo Reyes, hijo del general Bernardo Reyes, como ya se dijo, escribió en el tomo II de sus memorias, que tituló “De mi vida”, a propósito de este episodio lo siguiente: “Sabíamos también que el doctor (Rafael) Cepeda, en San Luis Potosí, y Carranza, en Coahuila, estaban en términos de violencia respecto al Gobierno Federal (de Madero), y tenían otros contactos de importancia en el Norte…” (Ibid).