Los árboles pueden aprender, ¿y dónde almacenan lo aprendido? | Fractalidades

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Por SALVADOR HERNÁNDEZ VÉLEZ

Pero volvamos de nuevo al libro “La Vida Secreta de los Árboles” de Peter Wohlleben. En su libro nos dice que si los árboles son capaces de aprender, cosa que parece fascinante, ¿dónde almacenan lo aprendido y cómo pueden rescatar esos conocimientos? Nos precisa que, de hecho, no tienen cerebro que funcione como un banco de datos y controle todos los procesos, como en los humanos. Ante estos planteamientos, los investigadores son escépticos y muchos expertos forestales consideran la capacidad de aprendizaje de la flora como algo propio del reino de la fantasía.

Pero la científica australiana Monica Gagliano ha estudiado las capacidades sensitivas de un subarbusto tropical. Nos dice que los árboles están predispuestos a ser muy sociables y se ayudan los unos a los otros. Pero para mantenerse con éxito en el ecosistema del bosque, esto no es suficiente, porque cada una de las especies de árbol intenta conseguir siempre más espacio, optimizar su rendimiento y pues de esta manera entra en competencia con otras especies. Luchan por la luz, a la vez que lo hacen por el agua, y en consecuencia, hay vencedores.

Por otra parte, las raíces de los árboles son inmejorables en el aprovechamiento de la humedad del suelo. Ellas forman finos pelillos con el fin de aumentar su superficie y de esta manera, absorber la mayor cantidad de agua. Esto también les permite asociarse con los hongos, que son unos seres sorprendentes, no se corresponden con nuestra clasificación de los seres vivos en animales y vegetales.

Los hongos son los seres vivos de mayor tamaño de la tierra. El árbol a través de sus raíces busca la colaboración con los hongos y sus filamentos crecen hacia el interior de las tiernas y finas raíces del árbol. De esta forma, los hongos son como una especie de internet del bosque, pero una conexión de este tipo tiene su precio.

¿Cómo sube el agua desde el suelo hasta las hojas? Se pregunta Wohlleben. Nos comenta que la respuesta más habitual es que actúan fuerzas de capilaridad y transpiración. Y agrega que recientes investigaciones han descubierto algo que al menos cuestiona la acción de la transpiración y de las fuerzas de cohesión; científicos de la Universidad ETH de Zurich, escucharon, literalmente, con más atención, y registraron, sobre todo de noche, un suave susurro procedente de los árboles. En ese momento, la mayor parte del agua se encuentra en el tronco, ya que la copa realiza una pausa en la fotosíntesis y entonces no existe transpiración. Los científicos sospechan que son pequeñas burbujas de CO2 que se forman en los conductos llenos de agua. ¿Burbujas en los conductos? Esto significa que la conducción de agua se ve interrumpida miles de veces.

Peter Wohlleben en su libro nos habla de por qué las raíces son la parte más importante del árbol. ¿El cerebro? ¿No es ir demasiado lejos? Tal vez, pero si aceptamos que los árboles son capaces de aprender y por lo tanto también de acumular experiencia, entonces tiene que existir un lugar determinado para ello dentro del organismo. Y aquí cita a Frantisek Baluska, del Instituto de Botánica Celular y Molecular de la Universidad de Bonn, que, junto con otros colegas, opina que en la punta de las raíces existen estructuras similares al cerebro. Los investigadores miden las señales eléctricas que se producen en una zona de transición, mismas que provocan cambios de comportamiento si las raíces se encuentran con sustancias tóxicas. Y analizan la situación e indican los cambios necesarios en la zona de crecimiento. En consecuencia, estas modifican su dirección y desvían los estolones para evitar la zona problemática. Si a partir de ahí puede deducirse la existencia de inteligencia, memoria y emociones, es algo que actualmente se cuestionan la mayoría de los investigadores botánicos.

También Wohlleben reflexiona que cuando estudiaba para ser agente forestal, aprendió que los árboles más jóvenes son más vitales y crecen con mayor rapidez que los viejos. Pero luego encontró que unos investigadores que estudiaron alrededor de 700 mil árboles de todos los continentes, concluyeron que cuanto más viejos son los árboles más rápidamente crecen. Sin duda, el estudio del comportamiento de los árboles nos lleva a sorprendentes descubrimientos y nos plantean nuevas visiones sobre ellos.

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