Crawford destrona a Canelo en una noche intensa en Las Vegas

La canción de El Mariachi abrió la batalla. No hubo himnos nacionales. El Allegiant Stadium rugió. No cabía un alma. Ahora sí, se esperaba boxeo de verdad. Canelo Álvarez frente a Terence Crawford.
Crawford hizo lo imposible. Le quitó el título al ídolo mexicano. Decisión unánime. 116-112. 115-113. 115-113. Canelo perdió. Crawford ganó, celebró y lloró con los cinturones en los brazos. No fue nada fácil.
Fue una pelea cerrada. Los dos, se buscaron el centro del ring. Canelo presionaba. Crawford esperaba y respondía con precisión. La guardia alta. Los cuerpos tensos. El público de pie.
Canelo golpeó abajo. Quiso castigar al torso. Amenazó con el poderoso gancho de siempre. Crawford sonreía. Movía la cintura. Respondía con la derecha. Pegaba y se alejaba.
En el cuarto asalto, Terence cambió el plan. Fue al frente. Conectó golpes sólidos. El ojo derecho de Canelo se hinchó. La sangre le corría dentro. No retrocedía, pero recibía castigo.
Los asaltos finales fueron guerra abierta. El noveno fue infierno. Intercambios brutales en el centro del cuadrilátero. El estadio lleno rugía. El árbitro interrumpió por un choque de cabezas. Después, otra vez fuego.
Canelo no cedió. Nunca lo hace. Pero Crawford fue más rápido, más preciso, más frío. Cuando sonó la campana final, la pelea ya estaba perdida. El mexicano lo sabía. El público también.elo en una noche intensa en Las Vegas
La canción de mariachi abrió la batalla. No hubo himnos nacionales. El Allegiant Stadium rugió. No cabía un alma. Ahora sí, se experaba boxeo de verdad. Canelo Álvarez frente a Terence Crawford.
Crawford hizo lo imposible. Le quitó el título al ídolo mexicano. Decisión unánime. 116-112. 115-113. 115-113. Canelo perdió. Crawford lloró con los cinturones en los brazos.
Fue una pelea cerrada. Los dos, se buscaron el centro del ring. Canelo presionaba. Crawford esperaba y respondía con precisión. La guardia alta. Los cuerpos tensos. El público de pie.
Canelo golpeó abajo. Quiso castigar al torso. Amenazó con el poderoso gancho de siempre. Crawford sonreía. Movía la cintura. Respondía con la derecha. Pegaba y se alejaba.
En el cuarto asalto, Terence cambió el plan. Fue al frente. Conectó golpes sólidos. El ojo derecho de Canelo se hinchó. La sangre le corría dentro. No retrocedía, pero recibía castigo.
Los asaltos finales fueron guerra abierta. El noveno fue infierno. Intercambios brutales en el centro del cuadrilátero. El estadio lleno rugía. El árbitro interrumpió por un choque de cabezas. Después, otra vez fuego.
Canelo no cedió. Nunca lo hace. Pero Crawford fue más rápido, más preciso, más frío. Cuando sonó la campana final, la pelea ya estaba perdida. El mexicano lo sabía. El público también.