Indignación en México: el asesinato de Manzo exhibe la crisis moral del país
El crimen político en Uruapan revive la indignación nacional. Siete años de la Cuarta Transformación dejan un saldo de inseguridad, corrupción, impunidad y polarización. La sociedad se cansa, el poder se aferra y el país parece dirigirse a un parteaguas.
Por Jorge Arturo Estrada García | Otra vez, un asesinato político sacude al país. Otra vez, un punto de quiebre aparece en el horizonte. México, el país de los resignados, vuelve a estremecerse. La muerte del presidente municipal de Uruapan, Carlos Manzo, no sólo generó una ola de dolor. También, desató una corriente de indignación que amenaza con romper la apatía social que el poder ha logrado construir con base en las dádivas yla propaganda.
Hoy, dos mujeres encarnan el símbolo de esta confrontación política y moral: la presidenta de la República y la nueva alcaldesa de Uruapan, Grecia Quiroz, viuda del político asesinado. Dos figuras, dos visiones de país. Una, que gobierna desde el Palacio Nacional defendiendo la narrativa del “avance histórico” de la Cuarta Transformación. La otra, que desde la trinchera local encarna la voz de quienes exigen justicia, castigo y seguridad.
Siete años de éxitos políticos, siete años de fracasos sociales
La Cuarta Transformación presume estabilidad política y control territorial: pasó de gobernar dos estados a dominar 24, con mayoría en las cámaras legislativas. Pero detrás del discurso triunfalista hay un país que se desangra.
En siete años, México ha acumulado fracasos económicos, sociales y de seguridad, junto con el crecimiento más extendido de la corrupción en tres décadas. Lo que se prometió como una regeneración moral terminó siendo un espejismo.
El huachicol fiscal, es un entramado oscuro que mezcla evasión, facturación falsa y complicidades institucionales, ya se convirtió en símbolo de impunidad. En los expedientes se mencionan generales, almirantes, secretarios de Estado, gobernadores, legisladores… y hasta los hijos del expresidente, Andrés Manuel López Obrador.
“La corrupción no se barrió; se multiplicó”, dicen voces desde dentro del propio régimen. Están divididos.
Democracia rota y Estado sin ley
El país vive en una democracia simulada. Los ciudadanos cedieron el poder a los partidos que juraron cambiarlo todo y terminaron repartiéndose el botín. Morena, PRI y PAN forman hoy una trinidad que administra el desencanto nacional. Se destruyeron las instituciones ciudadanas y los contrapesos al poder.
El Estado de derecho se ha deteriorado. La justicia ya tiene partido político. La seguridad pública se maquilla con cifras. Los mismos métodos que en la pandemia —ocultar muertos, minimizar daños— hoy sirven para disfrazar la violencia.
En este país, la vida humana es prescindible. Las becas del Bienestar sirven para amortiguar el enojo; los programas sociales sustituyen al empleo; la dádiva se volvió mecanismo de control político. Así, el poder se consolida, aunque la esperanza se desvanezca.
Una viuda desafía al poder
La muerte de Carlos Manzo no sólo deja un vacío en Uruapan. Despierta una conciencia colectiva. Su viuda, Grecia Quiroz, asumió la alcaldía y lanzó un mensaje que resuena en todo el país: “Ningún voto más para Morena en 2027. Que el asesinato de mi esposo no quede impune.”
Su voz se ha convertido en eco de una ciudadanía harta, que empieza a despertar. La reacción en Palacio Nacional no tardó: discursos de unidad, llamados a la calma, culpas al pasado. Pero ya nadie parece escuchar.
Un país polarizado y sin rumbo
La presidenta respondió con el guion aprendido, inmutable: “En el país sólo hay dos opciones: regresar a la corrupción del pasado o seguir avanzando con la Cuarta Transformación.”
Pero el país ya no se cree todo. El tejido social está roto, la inseguridad sigue imparable, la polarización crece y la desconfianza se arraiga. México vive un momento de quiebre, donde la indignación puede transformarse en acción… o diluirse otra vez en la apatía. La historia lo dirá. Por ahora, el país observa, dolido y expectante. Veremos.