El caudillo regresa: la 4T entre la corrupción, el huachicol y las traiciones

08122025cuatropoderes00
Adncoahuila

La narrativa de la transformación choca con la corrupción, el huachicol y el deterioro económico mientras López Obrador busca retomar el control político.

Por: Jorge Arturo Estrada. | El Tlatoani tabasqueño se reporta listo. En política, no hay casualidades. La escena política mexicana volvió a sacudirse, con la reaparición del líder. Es un momento, en que el desgaste del régimen ya no se puede ocultar, ni siquiera desde la propaganda. El mensaje, de López Obrador, fue claro, seco, sin matices: no está dispuesto a perder el poder. Lo dijo con la seguridad de quien sabe que el poder no se hereda, se conserva.

Andrés Manuel, en ese tono autoritario que mezcla mística con amenaza, anunció que está listo para recorrer el país, reorganizar a las bases y cerrar filas, si es necesario, ante lo que considera una ofensiva contra su proyecto.

El discurso fue advertencia. Habló de “defender al movimiento” y de “combatir a los traidores”. Mientras, en los pasillos del poder se acumulan los expedientes de corrupción que salpican no sólo a funcionarios menores, sino a familiares de figuras centrales del régimen y al entorno más cercano del propio mandatario. La narrativa de la transformación choca hoy, de frente, con la evidencia de un nuevo grupo en el poder dedicado a lo que juró combatir: el saqueo del erario.

A este cuadro, se suma la sombra del Huachicol en versiones “modernizadas”: redes sofisticadas de robo de combustibles, importación ilegal de gasolinas y diésel, contrabando técnico, refinación en Texas y reingreso clandestino al país. Ya no es sólo el ordeño de ductos, es una industria paralela generada en las entrañas del régimen. Las denuncias sobre financiamiento ilegal de campañas de Morena van conformando un rompecabezas incómodo, peligroso, estructural.

El movimiento que prometía ser distinto regresó a las viejas mañas con la naturalidad de quien nunca las abandonó del todo. El “acarreo” volvió a ser protagonista.  Las tortas y los frutsis circularon como símbolo de una épica que se quedó sin grandeza. La movilización ya no responde al fervor espontáneo, sino a la logística del miedo a quedarse solos. El “Pueblo Bueno” ya no es una certeza, es una duda que inquieta incluso a sus propios líderes.

Las encuestas son el espejo que nadie en Palacio quiere mirar por mucho tiempo. La presidenta Claudia Sheinbaum conserva una “aprobación del 70 por ciento”, pero las grietas son profundas. El manejo de la corrupción recibe un 80 por ciento de opiniones negativas. El combate al crimen organizado alcanza un 82 por ciento de rechazo. La seguridad pública, ese derecho básico, es reprobada por la mayoría. La dualidad es brutal: un relato sólido, una realidad que se desmorona. (Las cifras son de encuesta El Financiero, noviembre 2025).

Simultáneamente, el desgaste económico avanza silencioso pero implacable. Banxico advierte que el crecimiento del PIB para 2026 será apenas del 1.1 por ciento, una cifra que no alcanza para sostener las expectativas ni las promesas. A este estancamiento se le suma un déficit fiscal que se expande, una deuda que cada día crece y unas obras emblemáticas que acumulan pérdidas millonarias, sostenidas a fuerza de subsidios públicos. El país, que iba a volar, apenas se arrastra.

En el terreno institucional, las alarmas están encendidas. La reforma judicial, de jueces electos con votos de “acordeones morenistas”, es vista fuera de México como un experimento peligroso, kafkiano, propio de democracias fatigadas que buscan controlar lo que ya no pueden convencer. La inversión privada retrocede, el nearshoring se diluye en desconfianza y reglas cambiantes. La informalidad laboral, que abarca más de la mitad de la fuerza laboral, sigue siendo la grieta por donde se nos escapa el futuro. No creceremos.

Y en medio de este escenario, el líder reaparece como si pudiera detener el tiempo. Habla de lucha, de resistencia, de historia. Pero la historia ya cambia de ánimo. El poder que se siente eterno suele ser el más frágil. México entra a 2026 con una pregunta que no se dice en voz alta, pero que flota en el aire: ¿se puede seguir gobernando sólo desde la fe, cuando la realidad se impone con cifras, homicidios, miedo y hartazgo?

Veremos. Las cosas vienen intensas.