El poder absoluto es de Morena: la democracia mexicana entra a terapia intensiva
Mientras la oposición agoniza y los nuevos movimientos no despegan, el régimen consolida su dominio. La sociedad civil es la única esperanza de un renacimiento democrático rumbo a 2027.
Por: Jorge Arturo Estrada | Morena destruyó la democracia. Desde el Palacio Nacional se destruyeron los contrapesos. México vive un cierre acelerado de sus cauces democráticos. La concentración de poder, la captura institucional y la erosión del equilibrio entre los poderes del Estado evidencian una tendencia preocupante. El país se desliza hacia un modelo en donde el disenso político es acallado, la prensa independiente es hostigada, y la oposición apenas sobrevive en el margen. Ahora, van sobre la reforma electoral para cancelar, definitivamente, las oportunidades a los partidos opositores.
En nombre del “pueblo”, el Morenismo, desde Palacio Nacional, ha ido colonizando organismos clave, que antes garantizaban la competencia y la transparencia electoral.
Así, sistemáticamente, se ha ido cercenando el Estado de Derecho, en aras de consolidar el poder morenista. Es cierto que la oposición tradicional, representada por el PRI y el PAN, parece haber agotado su ciclo histórico. Ellos carecen de vigor, de narrativa y de liderazgo. No han sabido interpretar los cambios culturales y sociales que redefinen a la ciudadanía mexicana. Ni siquiera sus cuadros jóvenes logran conectar con el ánimo popular; el rechazo hacia ellos es tan profundo como el desinterés. Su discurso, anclado en el pasado, ya no seduce ni moviliza, y su presencia se percibe más como obstáculo que como alternativa electoral real.
En ese vacío de liderazgo han surgido nuevos movimientos, como los de Guadalupe Acosta Naranjo y Claudio X. González, que buscan articular una resistencia cívica al poder hegemónico. Sin embargo, su influencia sigue limitada a ciertos círculos urbanos y a las redes sociales. Su penetración, en la vida cotidiana de los mexicanos comunes, es mínima; y su capacidad para traducir el descontento en acción política concreta, aún está por verse. Ninguno de ellos logra aún colocar mensajes que puedan tocar al corazón de la gente.
La esperanza, por ahora, no reside en los partidos, sino en los ciudadanos. Solo una movilización civil auténtica, nacida desde abajo, podría reactivar los valores democráticos y detener la deriva autoritaria. 2027 podría ser el punto de inflexión, siempre y cuando la sociedad recupere su voz y su poder de organización. Si no, el sueño democrático mexicano corre el riesgo de extinguirse. Mientras, la 4T disfruta saludando a las dictaduras con una mano y cerrando la puerta a la democracia, con la otra. Veremos.