El Rugido de las Calles: La Segunda Ola de Protestas «No Kings» Contra el Poder de Trump

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En las primeras horas del 18 de octubre de 2025, en una sala de conferencias en Washington D.C., los organizadores de la red progresista No Kings se reunieron con urgencia. «Esto no es solo una marcha», dijo un alto miembro del equipo, hablando bajo condición de anonimato, «es una declaración contra el autoritarismo que se ha infiltrado en la Casa Blanca».

La iniciativa, nacida de una coalición de grupos como Indivisible, había movilizado a más de 7 millones de personas en 2.700 eventos a lo largo de los 50 estados, DC y ciudades internacionales. Fuentes internas revelaron que la planificación comenzó meses antes, impulsada por el descontento con las políticas de Trump, incluyendo restricciones a derechos reproductivos y supresión de la disidencia.

Mientras las multitudes se congregaban en Nueva York, un exasesor de la administración Trump, que pidió no ser identificado, confesó en una llamada: «El presidente ve estas protestas como un mosquito molesto, pero internamente, sabe que erosionan su base». En Times Square, miles coreaban «No Kings, Power to the People», con pancartas que denunciaban la «pérdida de democracia». Organizadores locales reportaron un ambiente festivo, con disfraces inflables y música, pero subyacente a la alegría había una ira profunda por lo que perciben como un giro hacia el fascismo.

En Los Ángeles, la marcha atrajo a celebridades y activistas, pero no sin controversia. Críticos conservadores, como usuarios en X, alegaron financiamiento de George Soros y participantes pagados, citando gráficos virales que mostraban donaciones a socios de No Kings. Un organizador respondió: «Esto es grassroots; las donaciones cubren permisos y logística, no compran almas». Sin embargo, posts en redes sociales cuestionaban la autenticidad, con uno viral afirmando que solo el 1-2% de la población participó, llamándolo un «fracaso irónico» para los defensores de la libertad.

Trump, desde Mar-a-Lago, reaccionó con un video de AI en Truth Social, mostrando una figura vertiendo líquido marrón sobre manifestantes. «Es su forma de trollear», dijo un aliado cercano, «pero revela inseguridad». La respuesta presidencial amplificó las protestas, atrayendo cobertura global y uniendo a disidentes, incluyendo republicanos disidentes como Ty Cobb y Enrique Tarrio, quienes se unieron inesperadamente.

En ciudades más pequeñas como Dayton, Ohio, las marchas fueron más modestas pero igual de apasionadas. Líderes locales hablaron de cómo las políticas de Trump han impactado la vida diaria, desde cierres de fronteras hasta mandatos COVID persistentes. Un participante anónimo compartió: «No es odio a Trump, es miedo por el futuro de nuestros hijos». Sin embargo, republicanos en el Congreso permanecieron en silencio, con fuentes indicando que evitan alienar a la base trumpista.

La ironía no pasó desapercibida: manifestantes acusan a Trump de imponer control estatal, mientras críticos los tildan de hipócritas por apoyar regulaciones progresistas. Un analista político, en una entrevista off-the-record, notó: «Esto es el pulso de una nación dividida; las protestas no derrocarán a Trump, pero podrían galvanizar la oposición para las midterms». Organizaciones como Antifa fueron acusadas de infiltrarse, aunque pruebas son anecdóticas.

Al caer la noche, las calles se vaciaron, pero el eco permaneció. Fuentes dentro de No Kings planean más acciones, mientras la Casa Blanca minimiza el impacto. «Es un recordatorio», concluyó un organizador, «de que América no tiene reyes». Si estas protestas marcan un punto de inflexión o solo un estallido temporal, solo el tiempo lo dirá, pero han expuesto las fracturas profundas en el tejido democrático estadounidense