México, entre la tormenta interna y el asedio externo

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El partido gobernante navega entre lujos y divisiones, la economía se tambalea y el viejo fantasma del intervencionismo estadounidense reaparece. El margen de maniobra se estrecha peligrosamente.

Por: Jorge Arturo Estrada | México transita por situaciones complejas. Por momentos, pareciera que la Cuarta Transfornación ha extraviado la brújula. Cada vez más, parece que navegamos sin rumbo fijo. La relación con la Casa Blanca se va tensando. Y, pareciera dirigirse a la confrontación.  En lo interno, las grietas en las entrañas del partido gobernante se ensanchan. El horizonte se percibe turbulento. Entonces, la incertidumbre política y económica se instala como el elemento predominante de esta administración.

En las entrañas de Morena, el desorden no es ya un accidente sino un método. Los gastos excesivos de sus figuras, más visibles, desafían el sentido común en un país con casi la mitad de su población en pobreza. Esa opulencia, más propia de oligarcas que de un partido surgido de causas populares, revela una peligrosa sensación de impunidad. El mensaje presidencial, de honrosa y justa medianía, que se lanza desde la tribuna de “La Mañanera”, es desestimado descaradamente.

Mientras tanto, en Washington, Donald Trump persiste en acusar, amenazar y presionar. Desde su regreso a la Casa Blanca, describe a México como un territorio tomado por la delincuencia; y, sin matices, amenaza con aranceles y revisiones comerciales hostiles. El viejo fantasma de un intervencionismo militar reaparece, aunque el gobierno mexicano asegura que no permitirá tropas extranjeras en su suelo. Entonces, el margen de maniobra es cada vez más estrecho. La más reciente respuesta fue la estrofa del “Masiosare”.

En el tablero económico, las malas noticias se amontonan. La deuda externa crece, desde 2018, a un ritmo inquietante. Pemex y la CFE, otrora símbolos de soberanía, se tambalean en la insolvencia. Las pérdidas millonarias diarias en la petrolera estatal conviven con el fenómeno del “huachicol fiscal”, que ha enriquecido a cuadros morenistas. La economía lleva años sin crecer y el deterioro de las finanzas públicas amenaza con convertirse en un lastre generacional.

El frente político no luce mejor. Las reformas impulsadas por el oficialismo, en particular la electoral, son vistas por analistas como un cerrojo a la democracia ciudadana. La reforma judicial ya había minado la autonomía de poderes, y ahora, con la nueva ley electoral en puerta, el riesgo de un control absoluto del aparato estatal se vuelve tangible. México experimenta lo que algunos llaman una “muerte suave” de la democracia: un proceso lento pero constante de erosión institucional.

México enfrenta, así, una confluencia de crisis pocas veces vista: corrupción sistémica, debilidad económica, erosión democrática y una relación asfixiante con Estados Unidos. El reloj avanza, y el país deberá decidir si asume su destino o se resigna a que otros lo escriban. Veremos.