Robaron 3 millones de dólares en joyas del museo de NY e inspiran películas

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En 1964, tres jóvenes ladrones desafiaron al Museo de Historia Natural de Nueva York y ejecutaron el robo de gemas más audaz de la historia. Esta es la crónica de una noche que dejó huella en el arte, el crimen y la cultura popular.

El 29 de octubre de 1964, cuando Nueva York aún dormía entre la niebla del otoño y el humo de los taxis, tres jóvenes treparon la fachada del Museo Americano de Historia Natural. No llevaban armas ni tecnología sofisticada. Solo cuerdas, linternas y nervios de acero. Su objetivo: la Sala de las Gemas, el corazón brillante de uno de los museos más importantes del mundo.

Jack Murphy —conocido más tarde como Murph the Surf—, Allan Kuhn y Roger Clark eran jóvenes, carismáticos y rebeldes. Lo suyo no era el crimen organizado, sino algo más cercano a una travesura millonaria. Esa madrugada rompieron vitrinas y se llevaron más de 20 piedras preciosas, incluyendo la legendaria Estrella de la India, el mayor zafiro estrella del planeta, de 563 quilates. También sustrajeron la esmeralda Patricia, el Midnight Star y el rubí de Long Island.

El botín estaba valuado en 410 mil dólares de aquella época —más de 3.3 millones actuales—, pero el verdadero tesoro era el simbolismo. Robar del museo más vigilado de Nueva York, sin un disparo, sin violencia, con una audacia casi infantil, convirtió al trío en leyenda instantánea. La prensa neoyorquina explotó el caso como si se tratara de estrellas de cine. A los pocos días, la policía los atrapó, con casi todo el botín recuperado gracias a pistas del inframundo criminal.

El caso no solo fue noticia; fue inspiración. La historia de los tres ladrones inspiró películas, documentales y libros. «Murph the Surf» alcanzó notoriedad nacional, convirtiéndose en un personaje del folclore criminal estadounidense, con un aura entre pícaro y romántico. Era el Robin Hood de las gemas, aunque ni robó a los ricos ni dio a los pobres. Solo rompió la rutina de los museos y demostró que incluso una estrella podía ser robada.

Décadas después, los museos de Nueva York siguieron enfrentando escándalos, aunque no con la misma espectacularidad. El MET ha sido señalado por la posesión de más de mil piezas de arte presuntamente saqueadas, muchas provenientes de zonas de conflicto. Aunque no hubo robo como tal, las investigaciones sacudieron al mundo del arte con preguntas sobre la ética de la colección y la procedencia de sus tesoros.

En el imaginario neoyorquino, sin embargo, ningún escándalo ha opacado al robo de 1964. Ni siquiera la desaparición del retrete de oro del artista Maurizio Cattelan —vinculado indirectamente al Museo Guggenheim— ha logrado desplazar del podio al zafiro robado. El robo de la Estrella de la India no fue solo un golpe perfecto; fue una historia perfecta.

Hoy, casi sesenta años después, el “gran robo al museo” sigue brillando como un diamante en la historia criminal de Nueva York. No fue el más sangriento ni el más valioso, pero sí el más recordado. Porque no hay crimen más seductor que aquel que logra burlar a la historia… y salirse con la suya, aunque sea por unas horas.