Siete minutos en el Louvre, un robo de película

Con precisión quirúrgica, tres hombres disfrazados de obreros burlaron la seguridad del Louvre y se llevaron joyas históricas. Francia despierta entre el desconcierto y la vergüenza.
París amaneció herida, como si una vieja joya del alma francesa hubiera sido arrancada de su vitrina. En apenas siete minutos —el tiempo que tarda un café en enfriarse— un grupo de ladrones desnudó al Museo del Louvre de parte de su memoria. Las cámaras de seguridad captaron sombras veloces, rostros cubiertos, manos expertas. Siete minutos bastaron para humillar a la fortaleza más custodiada del arte occidental. No hubo disparos, solo el zumbido de las alarmas y la respiración contenida de un puñado de guardias que llegaron demasiado tarde.
Los delincuentes sabían lo que hacían. Llegaron en scooters TMax, esos vehículos que se confunden con el tráfico parisino y que, en la madrugada, suenan como una exhalación. Dos de ellos vestían chalecos amarillos, disfrazados de obreros que pasan inadvertidos en la ciudad que nunca duerme. Usaron el elevador de carga, conocían la ruta, los sensores, los tiempos. La Petite Gallery fue su acceso; la Galería Apolo, su objetivo. Un golpe quirúrgico. El Louvre, símbolo del esplendor francés, fue vulnerado como si alguien hubiera abierto el corazón de París con una ganzúa.
“Trabajamos duro para encontrar a los responsables”, dijo Laurent Nunez, ministro del Interior, en un tono entre resignado y furioso. Pero sus palabras parecían chocar contra las piedras del Sena. Porque el robo —ese acto casi cinematográfico— no fue solo un delito, sino una metáfora de la fragilidad. En una Europa que presume de civilización, bastaron unos minutos para que las joyas de la emperatriz Eugenia —1,354 diamantes, 56 esmeraldas— terminaran en manos desconocidas. Una pieza, la corona, fue recuperada. El resto se desvaneció como el humo de un cigarro en la noche.
Rachida Dati, ministra de Cultura, llegó al museo al amanecer. La prensa la esperaba. Habló de “adaptarse a las nuevas formas de delincuencia”, pero su voz tenía un temblor que no pudo disimular. El Louvre no es solo un museo; es la caja fuerte del alma francesa. Que alguien la haya profanado reabre una vieja herida: la de un país que se mira en el espejo de su pasado glorioso, mientras su presente se llena de grietas. París, la ciudad de las luces, parece cada vez más una ciudad de sombras.
Los guardias, cinco en total, intentaron intervenir. Dicen que corrieron entre las salas, que el eco de sus pasos se mezcló con el de las sirenas. Uno de los ladrones dejó atrás parte del equipo y una joya: la corona que no alcanzó a cargar. Esa torpeza final, ese detalle mínimo, es lo que mantiene viva la esperanza de los investigadores. Pero más allá del botín, lo que se llevaron fue algo intangible: la sensación de seguridad, el orgullo de la vigilancia perfecta. Nadie duerme tranquilo cuando el Louvre ha sido violado.
Y, sin embargo, el robo es también un espejo de los tiempos. La delincuencia ya no tiene el rostro tosco del rufián, sino la precisión del ingeniero. Los museos, templos de belleza, son también los nuevos campos de batalla del ingenio humano. Mientras Emmanuel Macron habla de un “Renacimiento” para el Louvre, los franceses despiertan con la amarga certeza de que ni su pasado está a salvo. Siete minutos bastaron para recordarlo.
Velor del botín incalculable, pero mayor a 100 millones de euros
Según los datos oficiales disponibles hasta ahora, el botín del robo en el Musée du Louvre no tiene una cifra pública precisa: las autoridades lo han calificado como de “valor inestimable” o “incalculable”, por tratarse de piezas históricas únicas.
Sin embargo, hay estimaciones que permiten tener una idea del orden de magnitud:
Un experto de la casa de subastas Sotheby’s señaló que solo una de las piezas —una corona de la emperatriz Eugenia— podría costar “varios decenas de millones de euros”.
También se menciona que en la galería afectada se encuentra el diamante “Regent”, valorado en más de US $60 millones, aunque ese objeto no fue robado.
Por lo tanto, aunque no se tiene un monto exacto, se puede afirmar que el robo asciende a decenas de millones de euros cuando menos, y que el verdadero valor radica más en su dimensión patrimonial e histórica que en un precio de mercado estándar. Si lo deseas, puedo revisar fuentes especializadas para obtener estimaciones más detalladas del mercado de joyería de museo.