El juego sucio en la NBA: cuando la red atrapa a sus estrellas
La operación Nothing But Net destapó una trama de corrupción deportiva sin precedentes: 37 arrestos, información confidencial filtrada y conexiones con la mafia italiana. La liga más poderosa del mundo enfrenta su peor crisis ética.
Por: Wendy del Canto | El baloncesto vive su propio terremoto. Las luces del espectáculo se apagan. Bajo las duelas y los reflectores, la sombra del dinero fácil y las apuestas ilegales ha alcanzado a dos nombres que parecían intocables: Terry Rozier y Chauncey Billups. Ambos, figuras reconocidas de la NBA, fueron detenidos en Estados Unidos dentro de una red de corrupción y apuestas controlada por la mafia. El caso ya tiene nombre propio: Operation Nothing But Net.
El FBI detuvo a 37 personas. Entre ellas, jugadores, entrenadores y operadores de apuestas. El director de la agencia, Kash Patel, lo dijo sin rodeos: “El fraude es alucinante”. Lo que comenzó como un rumor terminó siendo una operación de varios años, conectada con las familias delictivas más poderosas del país: Bonanno, Gambino, Genovese y Lucchese. Viejos apellidos del crimen organizado que ahora extienden sus tentáculos al corazón del deporte.
Rozier, base de los Miami Heat, fue arrestado junto con otros cinco implicados. Según el fiscal Joseph Nocella Jr., se trata de una “conspiración interna” que usó información confidencial para manipular apuestas deportivas. Apostaban miles de dólares sobre cuándo un jugador entraba o salía de la cancha. La trampa perfecta: sabían más que el casino. Millones de dólares cambiaron de manos mientras los fanáticos celebraban jugadas que ya estaban escritas.
En paralelo, otro caso golpea la reputación del deporte. Chauncey Billups, entrenador de los Portland Trail Blazers, fue detenido por su participación en partidas ilegales de póker. Las mesas estaban trucadas con tecnología de rayos X, gafas especiales y máquinas alteradas para repartir las cartas exactas. Billups no jugaba solo: lo acompañaba el exjugador Damon Jones, acusado de atraer a las víctimas. El póker era el gancho, el fraude, la caída.
La NBA reaccionó rápido. Suspendió a los involucrados. Pero el daño ya estaba hecho. Los titulares del escándalo cruzaron las fronteras y llenaron las redes. Los fans, confundidos, se preguntan hasta dónde llega la mancha. Detrás del marketing, de las canchas brillantes y los patrocinios millonarios, aparece un deporte que también puede corromperse.
La historia recuerda a las viejas tramas de la mafia: poder, codicia y traición. Pero esta vez, el escenario no fue un callejón oscuro, sino un estadio con miles de espectadores. La diferencia es mínima: el juego seguía siendo el mismo. Ganar a cualquier precio.
Y mientras la investigación avanza, el eco del escándalo rebota en cada tablero. El baloncesto, símbolo de superación y disciplina, enfrenta su propio partido decisivo. Uno que no se gana con tiros perfectos, sino con verdad y justicia.